martes, 22 de mayo de 2012

Martha Rosler. Mujer, Artista y Feminista.




Martha Rosler es una artista de sensibilidad política y compromiso social. En especial ha explorado críticamente la problemática del urbanismo, de la mujer, de los medios de comunicación, aunque su reflexión es mucho más amplia. Su voluntad es analizar este otro lado del discurso políticamente correcto, las relaciones de cada día; es decir, realizar una especie de radiografía del poder político, pero también de su expresión en la vida cotidiana.
Ha mantenido una posición clave en el desarrollo de nuevos modelos de práctica artística orquestados en torno a la voluntad de trabajar políticamente, es decir, de encontrar nuevas formas de interacción entre el arte y las fuerzas sociales. Su obra parte de una tradición del pensamiento y la práctica fotográfica de izquierdas que tiene sus orígenes en las vanguardias productivistas de los años treinta. La fotografía y el fotomontaje se conciben así como medios de activismo más próximos a las nuevas formas mediáticas de arte popular que a las tradiciones de las Bellas Artes.

Con este trasfondo ideológico, Rosler atraviesa los años setenta y ochenta integrando en su obra múltiples influencias teóricas, muy especialmente las vinculadas al feminismo y a la reflexión urbanística.

Martha Rosler es uno de los iconos del arte feminista desde los años setenta, aunque su obra aborda otros temas, como las guerras entabladas por su país. Su trabajo ha recorrido el video, la instalación, el performance, el collage y el fotomontaje.

¿Cuándo te asumiste como artista feminista? ¿Por qué?
Fue un proceso evolutivo. En la escuela de arte no pensaba en el feminismo porque no existía como lo conocemos hoy. Pero la situación de la mujer siempre estuvo presente en mi mente y era un tema que se discutía. La segunda ola del feminismo no salió de la nada. Llevaba 150 o 200 años construyéndose. Hasta entonces había mantenido mi obra separada de mis ideas políticas, que provenían de un sentido de justicia y del compromiso heredado de mi religión, que presupone un interés por la comunidad y por el mundo. Pero empecé a sentir que, en términos del movimiento en contra de la guerra y de la representación de la mujer, esto resultaba artificial. En ese momento yo hacía arte abstracto, pero al ver que la lucha era en contra de las representaciones de la mujer, entendí que había que combatirlas con otras representaciones. Supongo que lo que me hace artista feminista es trabajar con imágenes de mujeres que cuestionan los roles sociales tradicionales y evidencian su desigualdad.

¿Consideras que el arte feminista ha cambiado la forma de representar a la mujer?
Si, en muchos sentidos. Pero hay que entender que cualquier cambio progresista implica una reacción y que en este caso fue muy violenta. Si bien la imagen de la mujer puede parecer más degradante que antes, está situada en un contexto en el que se entiende que las mujeres somos capaces de desempeñarnos tanto en la esfera pública como en la privada.

Con frecuencia me encuentro con artistas jóvenes cuya obra tiene contenido feminista, aunque ellas no se asumen como tales. Para algunas el feminismo, incluso, es algo superado. ¿Qué piensas de esta situación?
Hay una generación de jóvenes cuyos padres las educaron pensando que podían hacerlo todo. Al crecer se dan cuenta de que eso es falso. El suyo es un feminismo ingenuo, al que llegan por instinto. En otras palabras, redescubren el feminismo a través de su obra. Habría que preguntarles qué problemas enfrentan y qué podría ser feminista en su trabajo. Para mí lo sorprendente es la capacidad de respuesta de estas jóvenes a las condiciones reales, codificando su crítica-resistencia a través de su obra.

Me interesa tu pieza Biblioteca Martha Rosler, en la que expusiste cerca de ocho mil volúmenes de tu biblioteca en distintos museos. Es como desnudarte intelectualmente, pero también es una forma de compartir tu bagaje cultural. ¿Qué papel juega para ti la tensión entre lo efímero y lo permanente en este trabajo?
Es una de las paradojas actuales: ¿queremos conservar todo o dejar que fluya? Yo tengo sentimientos encontrados al respecto. Siempre digo –yo que guardo todo– que si desapareciera el papel de mi casa, ésta flotaría hacia el cielo. De hecho, cuando terminamos el proyecto de la biblioteca –que duró cinco años– instituimos un proyecto de archivo sobre una exposición de 1989 en torno a la creciente indigencia en los Estados Unidos en la que trabajé con artistas, activistas y organizaciones. Se llama Si vivías aquí todavía. Un proyecto de archivo de Martha Rosler y no muestra documentos sobre la exposición original, sino sobre las relaciones sociales entre sus participantes. No se trataba de volver a exponer el trabajo anterior, sino de reactivar su estructura. La exposición está llamando mucho la atención y no sólo en el medio artístico.

A lo largo de tu trayectoria has propuesto cambios radicales tanto en la forma en tu obra –usando el video como soporte, por ejemplo– como en las temáticas que abordas. ¿Qué ha sido más divertido?
Probablemente trabajar en la forma, aunque el contenido es lo que hace que ésta cambie. En lo que se fija el medio artístico es en el aspecto formal. Se espantan cuando se les presenta algo diferente, y esto es muy gratificante.

Últimamente has retomado propuestas de hace décadas, como tus collages de escenas domésticas invadidas por imágenes bélicas. ¿Por qué?
Supongo que es un proceso que se da con la edad. Cuando era joven veía a los cineastas veteranos rehaciendo sus guiones de treinta años atrás y me parecía terrible. Hoy estoy en las mismas. Veo obras anteriores y detecto que eran válidas en el pasado pero lo son aún más hoy. Retomé los collages en particular después de 35 años porque sentí que al insistir en un tipo de obra por la que me conocía la gente se preguntaría por qué lo estaba haciendo. La respuesta es: Porque hoy estamos haciendo lo mismo en Afganistán que lo que hicimos en Vietnam. Es una guerra sin objetivos claros y debemos cuestionar a nuestro gobierno, que es una máquina de guerra siempre en busca nuevos objetivos.

¿En qué nuevos proyectos estás involucrada?
Estoy editando material cinematográfico sobre viviendas que tomé en los alrededores de Ciudad del Cabo en 1990 y 1994, cuando viví en Sudáfrica hacia finales del Apartheid, justo cuando liberaron a Mandela. Era un momento de esperanzas utópicas para todas las personas desposeídas por la colonización.



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