martes, 6 de noviembre de 2012

Pintoras de los s. XVIII y XIX ninguneadas por ser mujeres

Fueron relegadas a un segundo plano por su sexo, en un momento histórico de cambio social y revoluciones. Algunas tuvieron suerte por estar emparentadas con pintores que ayudaron a que los hombres las aceptaran como artistas, otras nunca pudieron zafarse del estigma de ser consideradas meras aficionadas de clase alta.

El Museo Nacional de Suecia, en Estocolmo, rescata del olvido con Stolhet och fördom (Orgullo y prejuicio) a las pintoras de los años 1750 a 1860, décadas marcadas por la tensión entre la burguesía y la nobleza, la ilustración y la Revolución Francesa. Las autoras de Francia y Suecia que reúne la exposición tuvieron grandes dificultades para ser artistas, exponer su obra junto a la de los hombres y obtener un reconocimiento más allá del doméstico.

La francesa Suzanne Giroust (1734-1772), esposa del pintor rococó sueco Alexander Roslin, consiguió ser una figura reconocida en vida y fue uno de los pocos miembros femeninos de la Real Academia de Pintura y Escultura de Francia, a pesar de los recelos de los otros académicos, que impusieron entonces una norma con la que no podía haber más de cuatro mujeres a la vez en la institución.
Más recordada como modelo de un cuadro que como pintora
Curiosamente, no hay testimonios escritos de la actividad de Giroust en la academia. Roslin reconoció en varias ocasiones que su esposa pintaba mejor al pastel que él y sus retratos eran admirados por la delicadeza de la piel que lucían los modelos y la precisión en la utilización de los colores. La exposición incluye seis trabajos de la autora, omitida a menudo de la historia del arte: sólo 19 de sus trabajos se le atribuyen con seguridad y se la recuerda más por ser la modelo del cuadro de su marido La Dame au voile (La dama con velo).

Los lazos familiares y sociales eran cruciales para la consideración de la mujer artista. Marie-Thérèse Reboul (1728-1805) —pintora de escenas relativas a la historia natural— estaba casada con el director de la Academia Francesa en Roma. La talentosa Anne Vallayer-Coster (1744-1818) pudo ejercer gracias al mecenazgo real y se convirtió en profesora de diseño y jefa del gabinete de pintura de la reina María Antonieta. La pintora y miniaturista sueca Ulrika Pasch (1735-1796) consiguió el apoyo de su padre —el también pintor Lorens Pasch el Viejo— y de su hermano, el profesor y director de la Real Academia de Arte de Suecia.
Miniaturas y retratos
Tras la Revolución Francesa fue más fácil para las artistas exponer en las mismas condiciones que los hombres, pero seguían sin poder estudiar en centros públicos y su única opción eran los privados. En el siglo XIX continuó la apertura y pudieron acceder con más facilidad a una carrera profesional. En la miniatura francesa y en los retratos muchas artistas lograron el reconocimiento. Amalia Lindegren, Hortense Haudebourt-Lescot o Marguerite Gérard (discípula de Fragonard) fueron algunas de las autoras destacadas del momento.

La muestra, en cartel hasta el 20 de enero y titulada Orgullo y prejuicio en honor a la novela de la escritora inglesa Jane Austen, expone en 250 obras —entre óleos, pasteles, miniaturas y bordados— de autores que ayudaron y retrataron a las artistas y, sobre todo, de mujeres que dependieron del capricho masculino para que su trabajo fuese valorado.

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