lunes, 13 de febrero de 2012

A vueltas con el machismo leninista y las organizaciones mixtas

El artículo ¿La emergencia de un nuevo machismo-leninismo?, de Patricia García es muy útil para reflexionar sobre nuestras experiencias militantes. Dado que el artículo separa entre l@s militantes y organizaciones comprometidas con la igualdad y l@s que no, me gustaría aportar algunas ideas adicionales sobre este fenómeno tan bien caracterizado como machista-leninista.

1.¿El “nuevo” machismo leninismo?

Con gran capacidad de síntesis, Patricia García describe de esta forma a l@s machistas-leninistas:

- aceptan el feminismo en abstracto
- toleran a sus compañeras feministas como mal menor.
- no se comprometen en las actividades relacionadas con la cuestión del género.
- no les interesa formarse en teoría feminista
- sus opiniones sobre el feminismo se basan en fuentes de información variopintas, incluidos artículos misóginos de prensa reaccionaria.

También:

- aceptan discursivamente la emancipación de la mujer, su salida del espacio privado, aunque sin asumir sus consecuencias.
- consideran que las luchas (de género) de las mujeres dividen a la clase obrera

Y concluye:

- el machismo-leninismo es una actitud reaccionaria e idealista.
- ignora el sistema de dominación de género que ha articulado –y sigue articulando- el capitalismo.
- Ignora y obstaculiza la emancipación de las mujeres trabajadoras.
En vista de este panorama me pregunto si es factible que las feministas insistamos en participar en organizaciones mixtas… machistas leninistas.

2. El machismo leninismo no es nuevo.

Convengamos en que, como dice el artículo, Marx y Engels, fueron pioneros en la denuncia de la subordinación de las mujeres articulada por el capitalismo. Seguramente podemos convenir también que lo que conocemos como feminismo socialista sentó las bases de lo que luego sería el movimiento feminista de los años 60 y 70.

En mi opinión, el machismo leninismo no es un fenómeno nuevo. Sus bases históricas vienen desde muy lejos y para comprobarlo solamente necesitamos hacer un repaso superficial por las luchas de las mujeres conscientes de su opresión sexual. Podemos empezar en la antigüedad, con Aristóteles y la vida de las mujeres de la Grecia antigua. Podemos seguir con la quema de brujas de la edad media y el discurso de Rousseau en la Ilustración, pero si no tenemos mucho tiempo, podemos pasar directamente a Lenin, que se permitía decirle a las obreras rusas qué tenían que debatir y qué no, subordinando sus preocupaciones sobre las relaciones sexuales y familiares a los grandes temas del imperialismo o la contradicción burguesía-proletariado.Y por último, y casi obligatorio, es repasar los debates de la Nueva Izquierda norteamericana de los años 70, que llevó a las militantes a abandonar las organizaciones hartas del papel de secretaria y descanso del guerrero en que las habían instalado sus compañeros. En resumen, el machismo leninismo no es otra cosa que el resultado de una ideología patriarcal capitalista que determinados sectores de la clase trabajadora y sus organizaciones se han negado a combatir por sexismo y por ignorancia, pero que hoy en pleno siglo XXI, no tiene razón de ser.

3. El papel del feminismo socialista en la liberación de las mujeres.

El artículo reivindica el feminismo socialista y pareciera que se desmarca del feminismo radical con el argumento de que plantean su lucha como una lucha contra lo masculino (independientemente de su clase, etnia, nación, etc.). En mi opinión, ya no existe ninguna corriente del feminismo que se plantee la lucha en términos de una estrategia contra los hombres y sostener este argumento solamente contribuye a la confusión.

El feminismo socialista, que no se llamaba así en los años 20, enunció los malestares que años después sentó las bases del movimiento feminista tal cual lo conocemos en la actualidad. Sus protagonistas (Kollontai, Zetkin, Luxemburgo) creían que la opresión de las mujeres era causada solamente por el capitalismo; sin embargo llegaron a intuir que la liberación de las mujeres no se conseguiría solamente con la toma del poder y la socialización de los medios de producción.

Tuvimos que esperar a los años 60 y 70 en Estados Unidos y Europa para el feminismo radical avanzara en el análisis y distinguiera al sistema capitalista del patriarcado, dejando en evidencia que además de una clase explotadora (la burguesía) existe un género hegemónico (el masculino) y que es esta relación de poder desigual lo que le da carta blanca al capitalismo para que las mujeres trabajadoras seamos el sector más desfavorecido de la sociedad.

4. El papel del patriarcado capitalista en la opresión de las mujeres

El tema del poder es fundamental para entender la situación de las mujeres en la sociedad actual. Si no lo tenemos claro, nos encontramos, como dice Patricia García, en que al surgimiento de la sociedad industrial, el capitalismo se encontró con el patriarcado, entró en fricción con el y lo absorbió, con el resultado de que, en la actualidad lo único que existe es la lógica del capital. Por tanto, es la lógica del capital que sobreexplota, divide, reproduce y fomenta el control ideológico.

Es decir que, después de tanta formación feminista, regresamos al inicio del siglo XX: no hay patriarcado, solamente capitalismo. Por tanto, luchemos por la abolición del capitalismo que una vez conseguida, llevará a la abolición del patriarcado.

Desde este análisis, no podremos entender la necesidad de cambiar las estructuras androcéntricas en partidos, sindicatos y colectivos. Tampoco entenderemos las mujeres maltratadas, los feminicidios, el rechazo a repartir los trabajos domésticos y de cuidados, la imposibilidad del la conciliación laboral y familiar y tantas otras cosas más. Y como no lo entendemos, seguiremos echándole exclusivamente la culpa a los gobiernos y al Estado e impulsando las mismas medidas de lucha que en el siglo XIX: huelga general, partido revolucionario, manifestaciones, panfletos… en los que las mujeres seguiremos ignorando los mecanismos de género que nos impiden romper las cadenas para crecer como personas independientes y militantes capaces de transformar nuestra realidad y al mismo tiempo, la de toda la sociedad.

Porque debemos tener claro que para el Estado y los gobiernos capitalistas puedan aprovecharse de las estructuras patriarcales tiene que haber personas que mayoritariamente no se responsabilizan de su papel en la división sexual del trabajo y que harán todo lo posible para que siga invisibilizado y minusvalorado. No habrá cambios estructurales si nosotr@s no tenemos voluntad política para luchar por eso y empezamos a hacerlo desde hoy mismo.

En mi opinión, el interés del capitalismo siempre ha sido el apropiarse de la plusvalía y le da igual quien se la proporcione, sea hombre o mujer, blanco o negro, europeo o africano. Son las relaciones de poder de género, clase, etnia o nación las que determinarán quien va a proporcionar más ganancia al capital en un lugar o momento histórico determinado.

5. ¿Las mujeres somos las responsables de la concienciación de los varones?
El argumento de que los varones también están oprimidos por el patriarcado y que se beneficiarían de su eliminación es muy antiguo y se repite en todas las organizaciones machistas leninistas.

A finales del siglo XIX, Flora Tristán arengaba a los proletarios con este discurso:

"La ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, hombres proletarios. (...) En nombre de vuestro propio interés, hombres; en nombre de vuestra mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer”.

Y hoy, bien entrado del siglo XXI, Patricia García trata convencer a sus compañeros machistas leninistas en las bondades de la destrucción del patriarcado con el argumento de que ellos serán beneficiarios del fin de la sociedad patriarcal. ¿O acaso el corsé del género no les oprime? ¿Acaso los hombres no tienen derecho a desarrollarse en esferas como la paternidad, la emotividad o los cuidados?

Visto lo visto, sospecho que a la mayoría de los varones machistas leninistas el patriarcado les oprime poco o al menos no lo suficiente como para sacudirse las cadenas y mucho menos unirse con sus compañeras en este menester.

Si llevar la iniciativa significa invitarlos a nuestros actos, hacer cursos de formación, procurar que se involucren en su paternidad, tratar que modifiquen una sexualidad falocéntrica, etc. esto hace mucho que lo venimos haciendo. En cambio, si esto significa como suele significar, que tenemos que tratarlos como si fuéramos sus madres, subordinando nuestras necesidades a las de ellos y aceptando el ninguneo a que nos someten un día si y otro también, entonces creo que nos equivocamos mucho. Lo único que va a obligar a los varones a replantearse su realidad será nuestro cambio en la relación, que depende de nuestra concienciación y organización y por tanto es ahí donde tendremos que dirigir todos nuestros esfuerzos.

Todo sistema de opresión está sostenido por los oprimidos, y el patriarcado capitalista no es ninguna excepción. El capitalismo se vendrá abajo cuando la clase trabajadora (o el 99% como dice el 15 M) deje de sostenerlo y se organice para destruirlo. La destrucción del patriarcado depende de la organización y concienciación de las mujeres y sobre todo, de las mujeres de la clase trabajadora.

5. ¿Qué podemos hacer para luchar por la liberación de las mujeres?

Si no tenemos clara la relación de poder que ejerce el género masculino sobre el femenino, haremos propuestas que son igual de válidas para los partidos de derechas que de izquierdas. Así, la propuesta del artículo es la acción positiva, cuotas, apertura de espacios sectoriales de lucha contra el patriarcado o la promoción de la participación de las mujeres. Es decir, ¡la misma que hacen las mujeres burguesas, blancas y españolistas del PSOE! Y nos irá igual de mal que a ellas, porque su puesta en marcha dependerá del peso político que puedan tener dentro de las estructuras androcéntricas y verticales del partido, algo que no parece ser la realidad en el PSOE ni en las organizaciones machistas leninistas.

Como ejemplo tenemos la lucha por el poder entre Rubalcaba y Carme Chacón. La nueva ejecutiva es prácticamente paritaria; sin embargo, habrá que ver si estas mujeres están dispuestas a pelear, no ya por medidas anticapitalistas sino por medidas feministas como podría ser la reorganización del trabajo en el Estado, las empresas y los hogares, poner los cuidados en el centro de la organización económica, tener una ley de la dependencia que esté al servicio de las mujeres y no de las empresas, etc. Si al menos pelean por la ley de plazos, podemos darnos con un canto en los dientes.

Las mujeres feministas anticapitalistas tenemos unas cuantas herramientas que podemos utilizar para cambiar las cosas. Las mujeres podemos:

- Denunciar y acabar con el prototipo del militante revolucionario que está disponible 24 h al día, 7 días a la semana, que expulsa a las mujeres trabajadoras y a l@s jóvenes estudiantes de los ámbitos de decisión más importantes.
- Trabajar para desmontar las estructuras androcéntricas en partidos, sindicatos y colectivos. Es necesario un funcionamiento que contenga la especificidad de los intereses de las mujeres. Por tanto, debemos exigir que l@s dirigentes sean consecuentes con la doble jornada, entre otras cosas, porque es la única forma de que tomen conciencia de lo que esto significa.
- Fomentar la autonomía de las mujeres feministas, con áreas, comisiones o colectivos de mujeres feministas anticapitalistas al interior de las organizaciones. Dada la fuerte presencia del machismo leninismo, las mujeres necesitamos espacios propios de formación y concienciación para poder llevar adelante políticas feministas de clase.
- Impulsar en la teoría y en la práctica la repartición igualitaria del trabajo doméstico y de cuidados. Las personas que asuman (y sufran) esta reivindicación como propia, serán las mismas que exijan aumentos de salario, bajas por maternidad y paternidad, servicios públicos o reducción de jornada laboral porque por fin tendrán conciencia del valor del trabajo reproductivo.
- Hacer alianzas con los varones profeministas, que estén dispuestos a trabajar las nuevas masculinidades.
- Impulsar grupos de autoconciencia en los que las mujeres podamos detectar nuestras propias opresiones.
- Ver muy bien lo que significa para nosotras la doble militancia. En general, suele significar lo mismo que la doble jornada: enorme exigencia en detrimento de nuestros propios intereses. La doble militancia, tan debatida durante la transición española, para lo único que ha servido es para que se debilitara el movimiento feminista y las mejores cuadros fueran absorbidos por organizaciones y partidos que no han levantado nuestras demandas.

Y si nada de esto es posible en la organización mixta en la que estamos, será porque es tan machista leninista que no nos dejará otra opción que buscar espacios de militancia más afines y verdaderamente comprometidos con la liberación de las mujeres, para por fin poder articular la opresión de género con todos las explotaciones que sufre la humanidad en este sistema, no solamente patriarcal sino también capitalista, racista y europeo. Porque, en suma, la revolución deberá ser también feminista o no será.

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