De algo estoy segura, mujer no es ese modelo sin alma que por años se nos vende en esta sociedad occidental.
La capacidad, talento e inteligencia de la mujer no vale de nada en esas revistas rosas que venden millones, otorgándole a la mujer el papel de tonta y superficial.
Que Jennifer usó el mismo vestido que la Sharon; que sin operaciones no se es la mujer perfecta; que se necesitan 290 mil dólares para moldear el cuerpo ideal y que la sociedad se entere de que existes.
A lo largo de la Historia de la humanidad, se le ha negado su lugar a la mujer, ni “sabios” ni ignorantes, han interiorizado en el alma de la mujer.
Pienso en Waris Dierie. Una mujer africana que se atrevió a hablar sobre la “ablación” que se le práctica a las mujeres en su país. Desde hace más de 3000 años las familias creen que una joven a la que no se le ha hecho la ablación, es impura.
“En África se cree que lo que las mujeres tienen entre las piernas es impuro y debe ser extirpado y cerrado después como prueba de virtud y virginidad”. Así lo cuenta Waris.
“Durante la noche de bodas el marido toma una cuchilla y corta antes de tomar por la fuerza a su esposa. Y si esto no se lo hace, no puede casarse. Se le trata como una prostituta. Esta práctica no figura en el Corán, pero continúa practicándose”.
Waris, sobrevivió a esta práctica, pero 2 de sus hermanas murieron de una forma inhumana. “La mujer es reducida a un clítoris, que significa impureza. 130 millones de mujeres y niñas lo sufren”
¿Qué es ser mujer? Vuelve a mariposear sobre mi cabeza.
Ni en la mente de los grandes hombres, pasó la grandeza de las mujeres. Por siglos y siglos se redujo a la mujer a una simple vagina cuya gran misión era dar placer al hombre.
El famoso Aristóteles, filósofo griego del S IV a. C, creía que la “Naturaleza solo hace mujeres cuando no puede hacer hombres, la mujer es por tanto un hombre inferior”.
Lutero, teólogo alemán reformador del protestantismo en el siglo XVI, afirmaba que “el peor adorno que una mujer puede querer usar, es ser sabia”.
La actitud de San Pablo en el Nuevo testamento no es más luminosa. San Pablo, (apóstol cristiano del año 67 d.C.) afirmaba que “las mujeres debían estar calladas en las iglesias, porque no le es permitido hablar, si la mujer quisiera ser instruida sobre algún punto que pregunten en casa a sus maridos, pues es cosa indecente en una mujer el hablar en la Iglesia” (Corintios, Cap. 14:34-35)
La imagen bíblica de la Eva, (tramposa, enredadora, habladora), tiene un impacto destructivo contra la mujer hasta el día de hoy. Este tóxico femenino lo reproducen los medios de comunicación.
“Y hallé al fin que es más amarga que la muerte la mujer, la cual es un lazo de cazar y una red barredera, su corazón y sus manos unos grillos. Quien es grato a Dios huirá y se liberará de ella, pero el pecador quedará preso” (Eclesiastés, Cap. 7: 26-28) Tal como lo afirma el escritor Guy Bechtel en su libro “Las cuatro mujeres de Dios: La puta, La bruja, La santa y la tonta”, “a través de la historia de la iglesia, las mujeres han sido consideradas inferiores por naturaleza y por ley”.
El Corán, libro sagrado de los musulmanes, dictado por Alá en el siglo VI, pese a que contiene muchas cosas excelentes para las mujeres, en la Sura 4:34 dice: “Los hombres son los encargados de proteger y atender a las mujeres por aquello con lo que Dios ha favorecido a unos sobre otros y por lo que gastan de sus bienes. Y las casadas virtuosas son discretas y protegen en ausencia [de sus esposos] lo que Dios ha encargado proteger. Y a aquellas de las que temáis una conducta rebelde y obstinada, amonestadlas [primero], y y [si no surte efecto] abandonadlas en el lecho y [en última instancia] golpeadlas. Pero si os obedecen, no hagáis nada contra ellas. Dios es Excelso, Grande. (Aclaro que el verbo golpear en la lengua iran’ tiene varios significados, pero así está escrito en español).
Del Corán saltamos a una propuesta individual, pero no menos violenta contra las mujeres. El rey Enrique VII de Inglaterra y jefe de la Iglesia Anglicana del S. XVI afirmaba: “Los niños, los idiotas y las mujeres, no pueden y no tienen capacidad para ejecutar negocios”.
En Francia, el Tratado de conducta moral y costumbres de París, apoya al hombre a capa y espada, cuando dice que “si un hombre fuera reprendido en público por una mujer, este tendrá derecho a golpearla con el puño o el pie, y romperle la nariz, porque, así desfigurada no se dejará ver avergonzada de su faz y le estará bien merecido por dirigirse al hombre con maldad y lenguaje osado”.
De Francia, hasta la India la condena contra la mujer va de peor a mucho peor.
En las Leyes de Manu, libro sagrado de la India, está escrito que “aunque la conducta del marido sea censurable, aunque este se dé a otros amores, la mujer virtuosa, debe reverenciarlo como a un Dios. Una mujer nunca debe gobernarse a sí misma”.
La Constitución Nacional Inglesa, ley del S. VIII, decía que “Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de su majestad mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno en caderas y pechos, incurrirá en delito de brujería y el casamiento quedará automáticamente anulado”.
Y mucho antes Zaratustra, filósofo persa del S VII a.C. afirmaba que “la mujer debe adorar al hombre como a un dios. Cada mañana la mujer debe arrodillarse 9 veces consecutivas a los pies del marido y con los brazos cruzados preguntarle: ¿Señor, que deseas que haga?” San Juan Crisóstomo aseguraba que “cuando la primera mujer habló, provocó el pecado original”, y desde entonces los huesos de Eva no descansan en paz, porque hasta en los chistes es la culpable de que el hombre trabaje como burro.
Las mujeres de hoy en día, que convertimos nuestras ideas en palabras y luego en acciones, no podemos jamás perder la palabra, porque, en medio del oscurantismo masculino, hay muchas mujeres buscando la luz hasta liberarla.
Miles de mujeres en Europa, África, América, Asia, han luchado por su dignidad y por la verdad de la grandeza femenina sin disparar balas.
A estas grandes mujeres de la historia no les importó si les llamaron, locas, putas, brujas, si fueron encarceladas, golpeadas o encerradas en un manicomio, siempre lucharon por la dignidad de la mujer, para que el hombre reconociera que la mujer es la mitad que él necesita para vivir.
En El Salvador, tenemos grandes mujeres como Prudencia Ayala, la primera mujer que se postuló para presidente. Lejos del estigma de “loca” que le infringieron los hombres de la época, Prudencia nos demostró a las mujeres salvadoreñas que somos libres, que tenemos la palabra y que debemos usarla.
Uno de nuestros grandes retos es revelarnos contra los estigmas que arrastramos desde la colonización, desmarcarnos de la mujer falsa, superficial y plástica que nos vende la televisión y las revistas rosa.
No se trata de librar guerras entre hombres y mujeres, se trata de que las mujeres salvadoreñas de hoy y del mañana ejerzamos nuestros derechos. Ya otras grandes mujeres nos enseñaron el camino.
A mi pregunta objeto de este artículo contesto que ser mujer es estar en la constante búsqueda de lo maravilloso. Ser mujer es reír y gozar de nosotras frente al espejo sin necesidad de tallas perfectas, maquillaje o cirugías.
Me disfruto mujer frente al espejo, porque refleja la mujer que soy. Estoy orgullosa de vivir a plenitud mi feminidad, como las diosas que un día fuimos.
Me disfruto ser mujer inteligente, libre, dispuesta a tener el control de mi vida, capaz de llorar de emoción mientras en mi vientre crece la vida, capaz de escribir poesía, reír, o amar. O todo al mismo tiempo.
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