por Gastón Albertini (ginecólogo y obstetra)
¿Me voy a morir doctor? Me preguntó mientras secaba las asustadas
lágrimas que se deslizaban desde sus ojos amarillentos. Aunque la posición le
impedía ver el color alquitranado de su orina o reconocer el nauseabundo
olor que inundaba su ropa interior, ya sentía el profundo desasosiego del que
avizora la posibilidad cercana del final. -No te preocupes…- pude responderle,
maldiciendo la capacidad que da la medicina de predecir el desenlace de estos
cuadros sépticos, que sin embargo nos mezquina la virtud de olvidar
dolorosos recuerdos como éste.
Mi grado de Residente de primer año me impidió acompañar a
Florencia más allá de la puerta de entrada a los quirófanos. Sólo pude
encontrar en mi congestionada lista de obligaciones asistenciales, unos escasos
veinte minutos para acompañar a Ana, su madre, en la agónica espera, incapaz de
brindarle una respuesta acerca del resultado de la cirugía. Sin embargo lo
suficientemente paciente para escuchar su arrepentimiento por estar ausente
ante la decisión desesperada de su hija, de someterse a un aborto en las
paupérrimas condiciones que condenan a una mujer de su baja condición
económica.
Florencia de quince años murió en quirófano. Y yo nunca pude
anular de mis sueños y recuerdos esa mi primera experiencia, parte de una larga
lista de muertes provocadas por la crueldad de una prohibición elitista e
irreverente.
“Sí a la vida”, dicen los
cínicos. “Sí a la vida”, dicen los ignorantes. “Sí a la vida”,
dicen los curas pederastas, los empresarios de la moral y la riqueza, los
sacerdotes y militares golpistas, los políticos títeres… y muchos ni siquiera
se detienen a interpretar esta expresión tan comercializada como abstracta. “Sí
a la vida… ¿de quién?” diría Florencia…
Está claro que la institución eclesiástica se ha ido, a través de
los siglos, alejando (por lo menos en lo pragmático) de las decisiones del
Estado. Si tomamos al Estado burgués como ente que se separa del pueblo
para devenir mediador en la lucha de clases y analizamos la mutación de los
medios represivos y de explotación a través de los años, podemos entender el
reemplazo de la Iglesia como actor directo del control popular por otros
esquemas más eficientes (como la burocratización de los sindicatos, por
ejemplo). A pesar de su lugar preponderante dentro del esquema de dominación, y
considerando la utilización cíclica de las estructuras religiosas por parte de
la clase explotadora reemplazando al ejército y la policía en tiempos de “paz”
(teniendo en cuenta la concepción marxista de que la paz es un período de
entreguerras en donde la clase explotada acepta su lugar de subordinación) y
apoyando la acción militar en tiempos de represión directa, ha habido siempre
una especie de puja interna entre los poderes gubernamentales, sobretodo en
actuales gobiernos de “centroizquierda”, en donde la Iglesia se ha visto amenguada,
por lo menos en lo que a toma unilateral de decisiones se refiere. A pesar de
la existencia de un importante lobby por parte de las estructuras religiosas,
la Institución ha perdido (o cedido) algunos pilares secundarios dentro de su
construcción dogmática. Son algunos ejemplos las sanciones de las leyes de
divorcio, de matrimonio igualitario, algunas normas de salud reproductiva, etc.
El aborto sería uno de los bastiones más importantes a defender dentro de esta
estructura que se va destruyendo y necesita mutar para mantenerse en pie dentro
del ejército capitalista.
Es histórico el uso político de los signos y símbolos con el fin
de crear una opinión pública afín a los proyectos respaldados por la hegemonía
mediática. El manejo apropiado de una expresión determinada, más allá de
carecer de fundamentos válidos, posibilita utilizarla como justificación para
las más aberrantes acciones. Estos conceptos se pueden aplicar claramente al
uso de la expresión “Si a la vida”, con el fin de atraer adeptos en contra de
la legalización del aborto. Profundizando en su análisis, podemos ver que en
este caso “la vida” se refiere al producto de la concepción y no a las mujeres
víctimas de los abortos clandestinos. Llegamos entonces a un punto de reflexión
del cual se desprenden diversas perspectivas desde dónde analizar el tema. Una
de ellas, la más común, es el punto de vista filosófico. Desde allí se discuten
conceptos como “en qué momento se considera al producto de la fecundación un
ser humano”, y las respuestas varían según su ámbito de procedencia
(embriología, neurofisiología, religión, etc.) todas tan válidas como
discutibles. Otro punto de vista sería el moral, desde el cual se plantea el
derecho de la mujer a decidir sobre el futuro de su embarazo, por ejemplo. Aquí
también varían las respuestas según su origen. En el campo de discusión
filosófico-moral, la iglesia se ve autorizada a formar un poderoso bloque
discursivo de oposición dada la aceptación de “la palabra de Dios” por parte de
las grandes masas. Pero existe un campo en donde ésta se ve anulada
completamente (si se confía en las estadísticas, claro). Es el campo Sanitario.
Son reales e impactantes los índices de mortalidad materna por abortos
clandestinos en el mundo, así como su drástica reducción en los países donde la
práctica es legal, y sobretodo el hecho estadístico del no aumento de los
índices de abortos en estos países (tomando en cuenta que las cifras oficiales
reflejan la totalidad de los casos, lo que no sucede en los países donde éstos
son ilegales). Es un ejemplo paradigmático el caso rumano: el presidente
rumano Nicolae Ceausescu, impuso la ilegalización del aborto en el año 1966 con
el fin de lograr un crecimiento en la fuerza de trabajo con el fin de
acrecentar la producción industrial. En el primer año se duplicó el número de
nacimientos. No obstante, durante la década posterior, se notó un paulatino
descenso hasta niveles semejantes a los anteriores a la sanción de la ley
proscriptiva y sobre todo un aumento tal de las muertes maternas por aborto
séptico, que Rumania se convirtió en el país europeo con mayor registro de
morbimortalidad por esta causa, llegando a superar en DIEZ veces la media del
continente. Veinte por ciento de las mujeres en edad reproductiva quedaron
infértiles. Otros datos de importancia fueron la triplicación de la mortalidad
infantil, número de abandonos de recién nacidos y de niños viviendo en las
calles, debido a la saturación de los orfanatos. Este ejemplo nos muestra las
consecuencias reales de la ilegalización del aborto en sociedades carentes de
una educación sexual apropiada.
Debemos entonces hacer una distinción entre los conceptos “estar a
favor del aborto” y “estar a favor de la LEGALIZACIÓN del aborto”. Como ya
señalamos, el primero apunta a una discusión filosófico-moral mientras que el
segundo refiere a una MEDIDA SANITARIA DE URGENCIA frente a una educación
sexual paupérrima en la población general, y hasta que la misma llegue a
significar por sí sola la reducción a cero del número de abortos. Para reforzar
lo dicho es importante mencionar que la experiencia en los países con aborto
legal afirma que esta práctica no se convierte en un método anticonceptivo.
Como resumen podemos establecer
ciertas pautas:
……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
1. El aborto se práctica a pesar de su ilegalidad.
2. Existe un elevado número de muertes y mujeres infértiles por
aborto clandestino sobretodo en los estratos económicamente más vulnerables de
la sociedad.
3. La ilegalidad del aborto no disminuye el número de prácticas.
4. La legalización del aborto no lleva a un aumento en el número
de prácticas.
5. La legalización debe ser una medida sanitaria de urgencia ante
un deficiente nivel de educación sexual y bajo cumplimiento de los programas de
salud sexual por parte de las instituciones.
6. Se puede estar a favor de la legalización del aborto a pesar de
estar en contra del aborto.
¡Abramos los ojos!
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