miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los torturadores son personas

Algunos niegan la existencia de una sociedad con un género y una clase hegemónicos que ejercen el poder y que se han impuesto a lo largo de la historia mediante la violencia.

"Somos malas, podemos ser peores”
Lema cantado por las mujeres en las marchas feministas para reivindicar su derecho a ser libre, a saltarse la norma y traicionar el mandato de género.


El artículo publicado en Rebelión bajo el título "Mujeres que torturan" (escrito por Ricardo Candia Cares y publicado originalmente en la Revista Punto Final, Chile) habla del asombro que le produce al autor el hecho de que las mujeres también torturan. ¿Por qué no deberían torturar?

Desde el principio de los tiempos se pretende que hombres y mujeres cumplamos el rol atribuido por el patriarcado, que sería natural y relacionado con los órganos genitales. Sin embargo, siglos de historia y 70 años de teoría feminista nos demuestran que la construcción de género es cultural y no tiene que ver con la biología. A pesar de que desde el nacimiento generalmente se viste a las niñas con vestidos rosas y a los niños con pantalones azules, sucede que muchos hombres son tiernos, pacíficos y cuidadores y muchas mujeres son rudas, violentas y discapacitadas afectivas. Es decir, hay hombres buenos y mujeres malas, que no son minorías ni desviaciones de la norma, como insisten en hacernos creer las religiones monoteístas, sino que han conseguido romper la camisa de fuerza de la dictadura de género y dejar al descubierto que los genitales no son lo determinante.

Sin embargo, el sentido común le indica al autor que el lenguaje grosero y la brutalidad es propio de los hombres, y que las personas “normales” no pueden hacer trabajos como por ejemplo, de carceleros. Desde esta concepción, los torturadores de la policía franquista o democrática o los asesinos como el noruego Breivik son personas enfermas, locas, en definitiva, anormales, y no personas producto de una determinada ideología o proyecto político.

Porque ¿qué son las personas “normales”? Sucede que las personas, independientemente de su género y de su identidad sexual, somos capaces de hacer de todo. Médic@s, campesin@s, escritor@s, pintor@s, politic@s, am@s de casa, enfermer@s, conductor@s de autobús… también militar@s, carceler@s y torturador@s. Además, las personas somos burguesas y proletarias, blancas y negras, de países ricos y de países empobrecidos, de izquierdas y de derechas, de arriba (el 1%) y de abajo (el 99%). Los hombres, como las mujeres, somos diversos y nos equivocamos mucho si queremos restringir el análisis político a solamente una de las categorías.

Me da cierto pudor tener que hablar en estos términos porque lo que digo es una verdad de Perogrullo. Sin embargo, creo necesario denunciar este tipo de ideología, que no es otra que la del poder dominante. Cada tanto aparecen en publicaciones alternativas de la calidad de Rebelión, artículos como este que nos retrotraen a la edad media y que más de uno utilizará como referencia para hacer análisis basados en normalidades y sentidos comunes que contribuyen a la confusión y aceptación de las políticas más rancias, tanto progresistas como reaccionarias. Esas personas rechazan el feminismo con argumentos pueriles, tales como que “hay mujeres machistas”, negando la existencia de una sociedad que además de capitalista es androcéntrica, con un género y una clase hegemónicos (el género masculino y la burguesía) que ejercen el poder y que se han impuesto a lo largo de la historia mediante la violencia. Si no tenemos claras esta cuestiones, será imposible tener organizaciones verdaderamente revolucionarias, porque la revolución no podrá hacerse sin las mujeres y la mayoría nos negamos a formar parte de proyectos que, por activa o por pasiva, no nos tienen en cuenta en igualdad de condiciones.

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