viernes, 12 de noviembre de 2010

Modelo de mujer B-16




Modelo de mujer B-16
Nosotras, las esclavas para la realización de la mujer, somos fieles a las tradiciones.


Manual de la buena esposa, 1.953 Carta abierta a Susan y Monse.

SusanTidad y MonseÑor, la congregación de Esclavas para la realización de la mujer, a la cuál pertenezco, me ha elegido portavoz de la misma para hacerles llegar a sus augustas personas, el poso tan hermoso que su visita ha dejado en nuestros corazones.

En nuestra congregación hemos seguido muy atentas vuestra peregrinación del último fin de semana por las ciudades españolas de Santiago de Compostela y Barcelona.

Habéis hablado con gran sabiduría de todos los aspectos de la vida de las personas en los que sois competentes, puesto que sois voces autorizadas en temas tan peliagudos como el sexo, la familia y hasta la política. No se me ocurre nadie más experto ni más autorizado para hablar de estos temas que ustedes, Susan y Monse.

Vuestras palabras sobre la familia han sido sabias, sin duda. La familia tradicional es el pilar sobre el que se apoya toda la sociedad. Qué sería de este mundo si la gente fuera libre de no respetar el sacramento del matrimonio, y contrajese matrimonio mayoritariamente por lo civil, como algunos pretenden hacernos creer. Qué unión más impura. Es más, en una representación de teatro de la que nos hicieron una reseña en el parte de las tres, hablaban de un matrimonio entre dos hombres y otro entre dos mujeres, ¡qué disparate!, si no fuera porque era una representación de teatro. Algunos teatros deberían prohibirse, ensucian el alma de las personas puras.

Durante vuestra estancia en Barcelona, pude ver cómo unos simpáticos muchachos festejaban vuestra llegada con castos besos en la mejilla. Algunos de los besos parecían tener lugar muy cerca de la boca, sin duda debido al gran gentío que se agolpaba en sus alrededores para presenciar vuestro raudo paso. Es agradable ver que los seglares también respetan esa costumbre que algunos párrocos practican con cariño en sus más jóvenes discípulos. Angelitos.

Os ruego que no hagáis caso de los millones de voces laicas que intentaron perturbar vuestro santo peregrinar. Pues aún siendo muchas las voces, no tienen el respaldo de la voz divina que vosotras, Susan y Monse, sí tenéis. Os ruego les perdonéis y recéis por su alma, para que puedan entrar en el reino de los cielos, como todas los que no expresamos nunca esos innecesarios e incomprensibles “¿por qué?”. Para nosotras la respuesta a esa pregunta está muy clara: por que lo manda dios padre. Estoy segura de que el laicismo no es más que una moda pasajera que los jóvenes olvidarán rápidamente. Qué cosas tienen los jóvenes. Ustedes, Susan y Monse, sabrán disculparles porque también fueron jóvenes alguna vez y tal vez pertenecieron a grupos de pensamiento o de acción no del todo correctos.

Miles de seguidores también han estado muy atentos a vuestros sabios consejos, con los que intentáis organizar la vida de tanta y tanta oveja descarriada como hay en este laico país. Me pregunto, por ejemplo, qué hubiera sido de nosotras las mujeres sin vuestras sabias observaciones acerca del ámbito de nuestra realización personal. A buen seguro muchas mujeres se hubieran entregado a una vida de perdición intentando ser independientes de los hombres. ¡Qué disparate! Cuando yo era joven…

Algunos atrevidos han hablado del matrimonio como un sacramento que permite al hombre menos dialogante expresar con algo más de rudeza sus opiniones. Nosotras creemos firmemente que esas cosas son cosas que pasan y no deben salir nunca del ámbito de cada matrimonio. ¿Qué clase de mujeres y esposas seríamos si tuviéramos un parecer distinto a nuestros maridos? ¿Qué sería de este mundo si las mujeres no fuéramos lo suficientemente pacientes para recibir los, sin duda merecidos, reproches de nuestros maridos?, ¿con quién se iban a desahogar mejor que con nosotras? ¡No sé adonde iríamos a parar!, menos mal para nosotras que ustedes, Susan y Monse, han sabido transmitir a todo el mundo el camino a seguir.

En fin, no quiero abusar más de su tiempo, tan solo les acompaño un pequeño texto que hemos redactado en mi congregación y que resume sus sabias indicaciones acerca de lo que toda buena mujer debe hacer para convertirse en una buena esposa.

Camino de la realización.

Nosotras, las esclavas para la realización de la mujer, somos fieles a las tradiciones.

Nosotras las esclavas, sacrificamos nuestra miserable vida en beneficio de la vida del hombre, mucho más interesante y verdadero motivo de nuestra existencia.

Nosotras las esclavas, no tenemos mejor cosa que hacer en la vida que servir al hombre.

Nosotras las esclavas, no tenemos juicio ni opinión distinto al de nuestros maridos.

Nosotras las esclavas, no necesitamos conocimientos fuera de la aguja y la sartén.

Nosotras las esclavas, callamos cuando habla el varón, nuestra única luz.

Nosotras las esclavas, obedecemos siempre.

Nosotras las esclavas, no preguntamos al hombre por qué nos pega, él tiene sus motivos.

Nosotras las esclavas, escuchamos los gritos de nuestro hombre cuando pierde la paciencia por nuestra torpeza, como una merecida lección de aprendizaje de incalculable valor.

Nosotras las esclavas, somos fieles a las tradiciones.

Nosotras las esclavas, inculcamos las tradiciones a nuestras hijas, para que, con la ayuda de Dios, sean con sus maridos como nosotras fuimos con los nuestros, unas buenas esposas.


Además, la más veterana de nuestras devotas, asistida sin duda por nuestro señor y guiada por vuestras sabias palabras, ha encontrado entre unos viejos papeles un documento de 1.953, cuando este laico país era aún la reserva espiritual de occidente. Tras la lectura colectiva del documento, todas hemos expresado nuestra alegría y hemos coincidido en que su contenido es de plena actualidad y que les resultará muy útil en esta bendita cruzada suya (y de todas nosotras) por la realización de la mujer.

Benditas sean ustedes SusanTidad y MonseÑor, por los siglos de los siglos, amén.

http://impresionesmias.com

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